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  • Foto del escritorGuillem Vallet

Israel y Eurovisión 2024, ¿y ahora qué?

Las recientes noticias de Israel en Eurovisión no son sorprendentes, pero siguen siendo decepcionantes. Es nuestra tarea que la gente se sienta segura y no podemos quedarnos de brazos cruzados.


Noa y Mira Awad, Eurovision 2009, EBU.


Hace una semana, la cuenta de X / Twitter de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) anunció los 37 países participantes en Eurovisión 2024 en Malmö, Suecia. Entre los países participantes se encuentra Israel, y esa inclusión desató una reacción negativa entre los eurofans que, si bien era esperable, no dejaba de mostrar un problema profundo con el concurso en tiempos modernos. Después de todo, en cuanto a noticias de Israel en Eurovisión, lo último que se esperaba era su salida.


La reacción es completamente justificada teniendo en cuenta la situación desesperada ocurriendo ahora mismo en la Franja de Gaza y Cisjordania. Desde los ataques de Hamás del 7 de octubre de este año, que causaron miles de víctimas mortales, Israel ha respondido con bombardeos masivos y una evacuación forzada de toda la franja de Gaza con el objetivo final de causar un éxodo permanente de todo aquel que no haya muerto a manos de las bombas, el ejército, el hambre o las enfermedades.


Esto lleva ocurriendo durante muchos años y no es nuevo. Para nosotros es un genocidio que llega a sus etapas finales y más sangrientas. Y para los organismos oficiales, es diciembre.


El eslogan de Eurovisión 2024, y según la UER, el de todos los demás a partir de ahora, será "United by Music" (Unidos por la música).


Si bien la decisión de la UER de no hacer nada respecto a Israel es poco sorprendente, continúa siendo decepcionante, mostrando los agujeros que ha tenido el marco reglamentario de Eurovisión respecto a su naturaleza “apolítica” desde el primer año que se celebró el certamen. Muchas veces se menciona el primer festival celebrado en 1956 como un esfuerzo realizado para unir a los pueblos en la música, un lema que la UER ha decidido hacer suyo sine die a partir de este año. Sin embargo, la realidad es mucho más cínica.


La propia página que documenta los orígenes del concurso explica los detalles más allá de 1956. La UER fue creada dos años antes, en 1954, para facilitar la creación y distribución de programas en el ámbito europeo. Esto, de por sí, tiene un sentido comercial y de servicio público evidente. Hay muchos más programas a nivel europeo de interés general que el concurso de Eurovisión. Son ejemplos los Campeonatos Europeos de Atletismo, Natación, o cualquier evento deportivo que pueda conllevar una clasificación para los Juegos Olímpicos. Hasta cierto punto, un programa similar a nivel cultural es, en sí, puramente positivo para la distribución de la música europea a todos sus países en una época donde muy raramente el éxito de un artista podía cruzar fronteras.


Eurovisión, como concepto, podría funcionar como un certamen cultural y apolítico, centrado en la difusión de canciones para su aprecio personal y comercial.


Es una pena que tales ideas se fueran al garete el primer año que se realizó. ¿Os acordáis de Walter Andreas Schwarz?


Walter Andreas Schwarz - "Im Wartesaal zum großen Glück", Alemania 1956. Quizá el ejemplo más importante de reivindicación judía como superviviente de un campo de concentración en la historia de Eurovisión.


Walter Andreas Schwarz fue uno de los dos primeros representantes de Alemania en el festival de 1956 con su canción “Im Wartesaal zum größen Glück” (“En la sala de espera de la gran felicidad”). El cantante, superviviente del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial y ex-preso de un campo de concentración, trataba su canción casi como una poesía sobre el sentimiento de culpabilidad colectiva y la falta de determinación de su propio pueblo para afrontar sus propios problemas. “Gente que espera desde ayer a la felicidad del mañana, y vive con deseos de pasado mañana, y se olvida de que aún es hoy.”


Cuando das a un ser humano una plataforma para hacer arte, lo que acaba pasando, efectivamente, es que se crea arte, y el arte siempre tiene un mensaje. Un mensaje que te puede gustar, te puede horrorizar, te puede resultar completamente indiferente, pero un mensaje, de todos modos. Es nuestra naturaleza, nuestra manera de dejar huella en este mundo de una forma u otra, sea con una melodía, con un instrumental o unas letras. Puede ser de amor, odio, orgullo, desprecio, puede tratar sobre la necesidad de mirar al pasado, o de dejarlo ir y continuar con nuestras vidas, incluso cuando otras personas ya no están con nosotros, o puede ir sobre lobos comiendo plátanos.


Subwoolfer - "Give That Wolf a Banana", Noruega 2022, no va de nada. Pero, guste o no, es música, y la música es arte. Con ese dato, haz lo que consideres.


Lo que es absolutamente indiscutible es que la razón de Eurovisión deja de ser puramente neutral cuando se introduce el arte, y si se introduce el arte, la política le sigue al igual que el televoto al jurado. 


Eurovisión como certamen trata de mantener un equilibrio entre lo puramente escapista de la situación actual y lo político con precisión milimétrica. De alguna manera debe hacer concesiones, y por eso observamos, una y otra vez, canciones políticas en el concurso durante eventos como la caída del muro de Berlín, la crisis económica y financiera, invasiones de países a otros países, y un largo etcétera. Lo que acaba ocurriendo es un reglamento que prohíbe los mensajes políticos en canciones, pero deja pasar todo lo que no sea explícito. 


Porque sí, los mensajes contra la violencia machista y homófoba son mensajes políticos. Esos en Eurovisión se permiten, y me parece algo maravilloso y que vale la pena compartir. 


Vesna - "My Sister's Crown", Chequia 2023, incluye en su clímax el gesto del puño cubriendo el pulgar, una señal silenciosa de socorro ante la violencia machista.


Por ello, cuando la acción (o falta de ella) que la UER realiza cuando deja que Israel participe en el concurso cala mal entre los participantes, la propia organización lo sabe. Sabe que no sienta bien, y que aquí es que resulta que sois muy pesados y que deberíais dejarlo correr, que al final las entradas no se venden solas.


Al contrario que el año pasado, que incluía un vídeo promocional con todos los países participantes, esta vez se limitan a hacer un comunicado de prensa, primero desde la UER y más tarde desde la cuenta de Eurovisión, donde la mayoría de críticas de Eurofans se apilan. Simplemente nombran los países participantes como "emisoras", dejando de lado la inevitable connotación nacional del festival. Señores y señoras de la UER, en todas las actuaciones modernas cuyos derechos retenéis hay banderas ondeando entre el público. No finjáis que os habéis olvidado.


Jamala - "1944", Ucrania 2016. Contra el pop comercial, la victoria de un tema abiertamente político en contra de una limpieza étnica debería obligar a la UER a hacer caso de su historia, pero llamadas a considerar la participación de Israel en cuestión siguen cayendo en saco roto.


Saben que los eurofans que siguen el festival todo el año y se sienten seguros en una comunidad que, más o menos tóxica, es en el fondo un espacio seguro para las minorías, son cada vez menos comparados con aquellos que realmente importan - los que traen la pasta y las audiencias. 


¿Qué pasa con Israel?


No es ninguna sorpresa que el patrocinio de la empresa de cosméticos israelí MoroccanOil es uno de los factores clave en la permisividad de la estancia de la emisora KAN en el certamen. El problema monetario ha ido acrecentándose en los últimos años debido, en parte, a la inflación, pero más crucialmente, a los abandonos de países como Hungría, Rusia y Bielorrusia del festival. Menos países que pagan sus cuotas de entrada significa una tasa mayor para el resto de participantes, y esto crea un ciclo de más y más abandonos. Esto también ha desembocado en que países como Macedonia del Norte o Montenegro no puedan asumir su participación.


Tampoco es que pasara nada si hubiera menos participantes. 1997 es mi festival de Eurovisión favorito y tiene 25 países, entre los cuales, fortuitamente, no se encuentra Israel.


Páll Óskar - "Minn Hinsti Dans", Islandia 1997, es precisamente una de las primeras actuaciones abiertamente gays del festival.


Desgraciadamente, esa opinión, incluso si fuera popular, no serviría absolutamente para nada, porque Eurovisión ahora está condenada a tener dos semifinales, cada una con sus ensayos, sus eventos satélite, sus entradas y su merchandising. Volver al sistema de una sola semifinal, o, en el peor de los casos, a una única gala, sería una catástrofe en términos monetarios que les devolvería a años oscuros, y con “oscuros” nos referimos a poco presupuesto para las galas. La calidad de las canciones, pese o no, en su fondo nunca se vería afectada, pero cuando el objetivo es crecer sin fin, esta idea se vuelve anatema.


Quizá este es el mayor problema, y el más frustrante al que se enfrenta la comunidad eurofán. A nosotros nos puede importar, pero por cada persona que sienta una profunda decepción, hay otra que ya ha comprado entradas para Malmö, otra a quien le parece bien lo que ocurre en Palestina, y treinta más a quienes todo este barullo de canciones kitsch les parece ridículo y que consideran Eurovisión una almohada de plumas barata. Podríamos desaparecer, y no pasaría nada.


Desde mi humilde plataforma, que al final sigue siendo un privilegio, me niego a callarme.


Kojo - "Nuku pommiin", Finlandia 1982, trata del miedo a una guerra nuclear.

"Quédate dormido. Es más fácil de esta manera." - Reza el estribillo.


La gran mayoría de profesionales de la prensa eurovisiva se dedican a esto porque nos gusta Eurovisión. Nos gusta lo que representa, incluso con los aparentes agujeros con los que cuenta. Nos gusta la gente que hemos conocido, sea en una preparty, a las afueras de un estadio, en chats, en redes sociales, en fan contests. Nos gusta cuando vemos a alguien con la misma canción preferida que nosotros, y nos gusta (o al menos, nos debería) cuando vemos a alguien con una opinión radicalmente distinta, porque sabemos que nos hace especiales - no somos cualquiera, sino que, además, tenemos nuestro sabor y nuestro gusto. 


Aunque no lo parezca, continuará siendo nuestra labor, la de todos los eurofans, que la gente se sienta segura donde está. Y suena completamente pueril que nosotros, los que nos preocupamos por un concurso de música, nos tomemos esto tan serio cuando hay miles de personas muriendo al día en Palestina y la amenaza de una limpieza étnica cada vez se torna más real con el paso de las semanas.


Poogy - "Natati La Khayay", Israel 1974. Tras su letra aparentemente sin sentido se escondía el deseo de que hubiera paz entre Israel y Palestina mediante una solución de dos estados. Uno puede no estar de acuerdo con este mensaje, pero lejos quedan esos deseos de paz de antaño.


Pero es que Israel se toma muy en serio su participación en el certamen. Es su plataforma cultural y de exposición al mundo favorita, especialmente para un país que desea mostrarse como gay-friendly cuando sus profundas raíces religiosas no permiten el matrimonio homosexual entre sus fronteras. Especialmente cuando, luego, se trata de emplear ese argumento para justificar lo que ocurre en Gaza. Ningún pueblo, más o menos respetuoso con los derechos humanos, merece el genocidio.


¿Y por qué se expulsó a Rusia y a Bielorrusia?


Desde aquí deseo que los eurofans nos pongamos de acuerdo en que es imposible que Eurovisión sea apolítico. Uno puede desear que así sea, pero eso acarrea enfrentarse a su historia desde sus inicios. Es imposible que sea apolítico y es imposible que se mantenga de esa manera. El abandono de Rusia del festival ocurrió por motivos que, de nuevo, la UER intentó ocultar debajo de la alfombra hasta que fue imposible negar la evidencia - o Rusia se iba, o al menos siete países se iban, y con ello sus jugosas cuotas de participación. Y es que, países como Ucrania, Dinamarca, Suecia, Países Bajos, Estonia o Noruega fueron algunos de los países que presionaron a la UER para expulsar a Rusia de Eurovision.


Hoy en día, esos países, aunque la UER los llame "emisoras", callan, simplemente porque no les interesa. Este silencio es lo que, a diferencia del caso de Rusia, hace que Israel continúe en el certamen, ya que la EBU se basa en las decisiones de sus estados miembro para vetar -o no- a otro país participante.


Intereses económicos, políticos, socioculturales.. pero mientras, el conflicto bélico continúa. ¿Callaremos nosotros, los seguidores del festival?

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